martes, 1 de diciembre de 2009

Visita de la familia Benítez (30 descendientes de Antonio Benítez Vegazo)



El pasado 21 de noviembre de 2009 tuvimos el honor de recibir en el Museo de la Piel a tres generaciones de descendientes de Antonio Benítez Vegazo (hijos, nietos y bisnietos), hasta sumar más de 30 miembros de la familia Benítez, que siguieron con interés las explicaciones. Antonio Benítez Vegazo fue uno de los pioneros de la comercialización de los artículos de piel en otros países, como Estados Unidos. [Fotos: Antonio Morales Benítez]

Uno de estos descendientes, nieto de Antonio Benítez, es el historiador ubriqueño Antonio Morales Benítez (miembro de la asociación Papeles de Historia y del grupo de investigación "Sierra de Cádiz: Historia, Patrimonio y Cultura" de la UNED), quien publicó una biografía de su abuelo en el periódico Ubrique Información el año 2000. Reproducimos dicho artículo a continuación:

Antonio Benítez Vegazo y el desarrollo industrial de Ubrique

Un hombre adelantadado a su tiempo

Hace unos años llegaba a Ubrique un periodista con una vieja pieza de marroquineria entre sus manos que había adquirido sólo unos meses antes en un comercio de la ciudad norteamerina de Los Ángeles. En esta pieza aparecía una inscripción: A. Benítez. Ubrique. Esta pista lo había traído hasta esta población dispuesto a escribir una historia. Se encontró con que la persona a quien buscaba había desaparecido ya, y con él la empresa que había fabricado tan valiosa muestra. El fabricante Antonio Benítez Vegazo había muerto hacía más de veinte años. Pero los ecos de quien había sido pionero en la exportación de la industria marroquinera ubriqueña a los Estados Unidos llegaban hasta hoy.
La historia, todavía por hacer, de nuestra industria está llena de personajes emprendedores, como Benítez, que con escasos medios fueron capaces de dar ese salto hacia delante y con ello impulsar decisivamente toda la actividad marroquinera de Ubrique.
El origen de la marroquinería en Ubrique está asociado a la aparación de la industria de curtido. Los primeros datos que conocemos son del siglo XVIII. A finales del XIX ya sabemos que había necesidad de importar pieles y en 1898 de la existencia al menos de 18 fabricantes de curtidos y 3 de petacas.
Con el nuevo siglo esta última actividad se fue desarrollando en mayor medida y en algunas publicaciones se hablaba ya de de “los renombrados curtidos y petacas de Ubrique” que serían conocidos en toda España. En 1912 aparecen registradas 11 fábricas de petacas, en tanto que se mantiene estable el número de tenerarios. Estas industrias marroquineras correspondían a José Vallejo Padilla, Juan María Roldán, Dorotero Rivero Vegazo, José Aragón Gómez, Juan Luque Ordóñez, Lorenzo Chacón Virués, Federico Venegas Toro, Francisco Canto Montero, José Canto Montero, Joaquín Piña y Hermanos y José Jiménez López. En 1916 este número se elevaría a 13.
Este desarrollo industrial era todavía lento, pero marcaba claramente una tendencia que iba a mantenerse durante la década de los años veinte. Sin duda la capacidad de crecimiento y el dinamismo de la actividad marroquinera sería ya mucho mayor que la curtición, que al no modernizarse no estuvo en condiciones de competir con la producción industrial que llegaba de fuera. Los datos que disponemos del año 1932 son significativos: en Ubrique se cuenta con 40 fábricas de artículos de piel frente a 12 de curtidos. Se había producido ya un gran cambio que se consolidaría durante los años siguientes.
Para que se produjera este fenómeno fue necesario ampliar los mercados y traspasar las fronteras para introducirse en otros países. Durante estos años la calidad del trabajo de los artesanos ubriqueños era reconocida y valorada en todos los lugares adonde lograba llegar. Pero a esta difusión contribuyó una generación de pequeños industriales emprendedores que lograron colocar sus productos fuera de nuestras fronteras. Sin duda el catalán Emilio Santamaría, a quien se
debe la modernización y canalización comercial de nuestra industria, no estuvo solo en esta tarea, sino que le siguieron otros fabricantes locales.
Uno de ellos, Antonio Benítez Vegazo, vivió en primera línea todo este período de transformación industrial de Ubrique y participó activamente en la consolidación del comercio exterior, abriendo nuevos mercados para la exportación de los productos marroquineros.
Benítez nació en Ubrique el 17 de octubre de 1895 dentro de una familia humilde, su padre era un modesto arriero de la localidad. A los 11 años entró como aprendiz en la fábrica propiedad de Juan Luque Ordóñez. Durante las pirmeras semanas, hasta conocer el oficio, sin percibir salario alguno. Pero a comienzos de 1918 consiguió establecerse como fabricante con taller propio. Sus primeras exportaciones fueron a la isla de Cuba, adonde había emigrado un hermano suyo que disponía de un almacén en la ciudad de La Habana. Durante la década de los años veinte, dentro de una coyuntura internacional favorable para los intercambios comerciales, consiguió consolidar sus relaciones con Cuba y penetrar en el estado norteamericano de California. Las pirmeras muestras que allí llegaron hicieron que se multiplicasen los pedidos, convirtiéndose así en uno de los artífices de las exportaciones a los Estados Unidos. Al mismo tiempo penetraba también en otros mercados europeos. A finales de la década disponía de un representante en Gran Bretaña. Pero durante los años treinta la economía se resintió del caos financiero y el capitalismo vivió una crisis a escala mundial. La mayoría de los países para protegerse del desorden y de la inestabilidad monetaria emprendieron politicas proteccionistas y de ahorro que obstaculizaron la libre circulación de productos al limitar drásticamente las importaciones. Ello amenazaba directamente a la industria ubriqueña que difícílmente podría mantener el ritmo expansivo de la década anterior.
Pero cuando la crisis se había instalado plenamente en Europa y la economía continental atravesaba uno de sus peores momentos, Benítez Vegazo decidió viajar a Londres con el propósito de entrevistarse con sus clientes. Así en el año 1934 se embarcó desde Gibraltar hacia la capital británica para reanudar los contactos. Esta iniciativa le permitió incrementar sus negocios al obtener nuevos pedidos y seguir manteniendo esos mercados en unos momentos tan críticos. Al mismo tiempo que ponerse al día de las nuevas técnicas comerciales en uno de los principales centros de la economía mundial.
Durante los años siguientes continuó viajando por otros paises europeos y su empresa fue adquriendo un prestigio que le permitió asegurar su presencia en los más importantes mercados, que ya iban a permanecer abiertos para la industria marroquinera de Ubrique. En los cincuenta su empresa había sufrido una profunda transformación: contaba ya con más de 150 obreros y sus productos llegaban a numerosos países europeos, así como a otros más lejanos como Australia, Japón,Canadá, Nueva Zelanda o Venezuela, y había conseguido que conocidas marcas a nivel mundial se interesaran por el trabajo elaborado en Ubrique.
En aquellos ámbitos se valoraba la calidad de una producción artesanal que destacaba en toda esa gama de pequeña marroquinería que ha dado fama a Ubrique. En 1960 era ya el primer exportador de la localidad. Con anterioridad, el 3 de noviembre de 1948, había sido nombrado alcalde de Ubrique para cesar en el cargo un año después, el 9 de noviembre de 1946, tras ser admitida su renuncia. Su afán era desarrollar y proyectar su empresa. Estas pretensiones le llevaron a ampliar sus talleres, y así en 1961 adquirió el local de ABC, antigua fábrica de Emilio Santamaría, para tener unas instalaciones más modernas. Y desde allí continuó al frente de su empresa hasta su muerte el 6 de amyo de 1972.
Hoy es un personaje imprecindible para estudiar la historia de la industria ubriqueña. Sin duda una visión tan abierta de la actividad marroquinera le dio un gran auge a la industria de nuestro pueblo. Algunos de los actuales fabricantes se formaron en sus talleres y otros muchos artesanos vivieron con él, algunos durante más de 50 años, esta aventura. Sintió el afecto de todos cuantos le rodearon. Hoy una calle en Ubrique lleva su nombre. Fue un hombre apasionado por su trabajo y por el futuro industrial de esta localidad. Es una pasión que no se extingue en nuestro pueblo. Sin duda le hubiese gustado conocer una realidad y un desarrollo industrial que ya imaginó y por el que trabajo durante toda su vida.

Antonio Morales Benítez
(Ubrique Información, 24/ 5 al 6/ 6/ 2000, p. 13.)


Nuestro profundo agradecimiento a Antonio Morales por esta multitudinaria e histórica visita de sus familiares y por cedernos su artículo y las fotografías.

1 comentario:

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Muy interesante el artículo de Antonio, claro, conciso y explicativo. ¡Ojalá escribiera la Historia de la Piel en Ubrique para un librito en el Museo!
Saludos. Esperanza

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